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SHARKWATER

Publicado viernes, enero 11, 2008 por Surf Reportes


Sharkwater: No al aleteo de tiburones

Los tiburones no son nuestros enemigos, no comen seres humanos. Son los animales más antiguos que han sobrevivido varias extinciones en la Tierra... y los más incomprendidos. Son depredadores necesarios para mantener el equilibrio ecológico en el mar y, en consecuencia, en todo el planeta. Sin embargo, ya es una especie en peligro de extinción. Rob Stewart ama a los tiburones y dirigió este documental para demostrar que matarlos sólo nos perjudica. Sharkwater se estrena en 2008.

Antes de que nosotros estuviéramos en la Tierra ya había especies animales con sus propios círculos de sobrevivencia. Por ejemplo, el tiburón, de quien el hombre transmitiría una especie de leyenda negra, como lo ha hecho con los leones, los alacranes, las serpientes, las ballenas y hasta las cucarachas. Cualquier animal que le permita al ser humano desplazar sus propios temores a lo desconocido.


Tres actitudes: las leyendas negras, la cacería como juego enfermizo y la obtención de dinero nos han convertido en los depredadores más groseros, ilógicos y voraces de la Naturaleza, aunque nos pongamos la soga al cuello. Por aquí va la denuncia de un buen documental que nos llega con el título de Shakwater (2006), del canadiense Rob Stewart

El señor Stewart se complace en demostrarnos su tesis: los tiburones no son enemigos naturales del hombre. Más bien, con sus distintas familias, pez selacio marino del suborden de los Escuálidos, el tiburón es parte importante en el dictamen ecológico y en el equilibrio ecosistemático.

Sin embargo, por necedad humana y por arrogancia, hay quienes han decidido que la aleta de tiburón es un plato aristocrático, con clase, con toque, como comerse las alas del ángel de la guarda, y esto ha traído el más vulgar y atroz comercio de esas aletas. Pescamos tiburones, les cortamos las aletas, los echamos de nuevo al mar y las aletas van al mercado de la voracidad económica y de la gula.

En tanto, los tiburones entran en agonía de tortura y van despareciendo en cantidades alarmantes: se altera, así, el equilibrio del ecosistema natural. Lo peor es que Costa Rica está en esa danza de muerte y de dinero a como sea.

El documental pone el dedo en la llaga y Costa Rica es parte de la llaga, con presencia no solo del acto criminal en el mar, sino también de la complacencia de autoridades.



La rueda de la fortuna gira aquí no como juego de lotería. Se trata de mafias y millones de dólares. En el cine, miramos desolados e impotentes esa realidad que nos atañe, aunque el documental suavice su propio final (es debilidad en su construcción). Este logrado documento cinematográfico estructura muy bien su tesis.

Lo hace con logrado acento narrativo, por secuencias con ritmo de cine de acción, con poesía en otras y con expresiones de filme de terror en muchas de ellas. Es arte muy cinematográfico, aunque tenga exceso de presencia del propio realizador Rob Stewart (por ejemplo, la innecesaria mostración de este en un hospital mientras se enfrenta a un posible corte quirúrgico de su pierna).

Es interesante ver cómo hoy el documental arrebata espacios en la pantalla, hoy que el cine se encuentra atiborrado de efectos especiales, tantos que parece un piano con más teclas de la cuenta. Ha habido épocas parecidas, pero los documentales eran menos cuestionadores de la realidad: solo la mostraban con cierto paisajismo (como los viejos documentales de Disney). Hoy la corriente documentalista tiene un fuerte compromiso político y ecológico para hablar de algo acuciante: de cómo el hombre solo cava su propia tumba.

Sharkwater Trailer Subtitulado

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